viernes, 14 de agosto de 2009

FUTBOL INFANTIL: ¿EL SUEÑO DEL PIBE?

EN RIO GALLEGOS O EN LA CHINA ES LO MISMO? - La frase que encabeza éste artículo fue extraída del reverso de una entrada de fútbol infantil de un club barrial. El mismo club barrial donde (como en tantos otros) se puede escuchar de boca de algunos padres, dirigido a sus hijos, frases tales como: "¡¡¡¡que no te pase!!!!", "¡¡agarralo!!" "¡¡¡¡¡reventálo!!!!!", "¡¡¡¡bajálo!!!!", y algunas otras que por vergüenza ajena prefiero no reproducir. En cualquiera de estas instituciones se pueden ver niños de 5 años en adelante (a veces más pequeños todavía) intentando jugar al fútbol, en vez de jugar a la pelota. Es difícil encontrar a alguien que no esté de acuerdo con el hecho que los niños jueguen a la pelota, entendiendo esta actividad, como un juego más espontáneo que dirigido, donde el adulto debería proponer, más que decidir, o sugerir, más que dirigir.
En cambio al hablar de jugar al fútbol, aparecen términos cómo táctica, estrategia, orden defensivo, relevos, posiciones, etc.
El juego es un tipo especial de actividad que tiene gran importancia instructiva en la vida del niño. En los juegos las personas reproducen la realidad circundante y además muestran cierta actitud ante ella, promueven deseos, sentimientos de amistad, cooperación y ayuda mutua. El juego es una actividad que permite al niño expresar con plena libertad, sus impulsos, sus gustos, sus aptitudes, su personalidad. La práctica deportiva tiene una función vital importantísima; prepara, ejercita, entrena al niño y al adolescente para las exigencias de la vida adulta. El juego permite la liberación emocional, y da lugar a la derivación de las tensiones emocionales, de manera inconciente, la alegría, el amor, el odio, el temor, el fastidio, los celos, la ira y las diversas formas de sentimientos, se traducen provechosamente por medio del juego.
"Los niños asociados a un club consagran gran parte de su tiempo libre al deporte; cabe estimar en cinco horas semanales, por lo menos, la duración media de los entrenamientos y las competiciones. Por añadidura, esa duración queda decuplicada por una serie de prácticas derivadas; discusiones en el patio de recreo, sociodrama familiar a raíz y con motivo de la última intervención del niño, encuentro con amigos en el seno del club, lectura de obras especializadas, etc. Así, la participación en las actividades de alguna asociación deportiva cristaliza un repertorio de prácticas, familiares o sociales, que explica la posición primordial ocupada por el deporte en la jerarquía de los valores y gustos de los jóvenes. "1 "El juego es una actividad para uno mismo y no para los demás y por eso es un medio excelente para poder explorar y poder llegar al aprendizaje en el cual somos nosotros quienes nos transformamos para adaptarnos mejor a la estructura de este mundo externo."2
"Hay que tratar al niño como un existente que se está construyendo, evitando que el grado de competitividad sea tan alto que llegue a ahogar el carácter libre y espontáneo del niño."3
Sería aconsejable que los niños, alrededor de los 5 o 6 años, comiencen con iniciación deportiva, entendiéndolo como un proceso genérico a través del cual se procura estimular al niño y proporcionarle las bases que permitan en ese momento y con posterioridad situarse en las mejores condiciones para cualquier aprendizaje, dejando para etapas posteriores la eficacia concreta en algún deporte en particular y su posible orientación hacia la competición.4
La actividad esencial de la iniciación deportiva es el juego, pero nos referimos al juego espontáneo, donde hay ausencia de finalidad, y se realiza por iniciativa propia.
En la iniciación deportiva, el niño es llevado por distintos deportes grupales e individuales, que le permite aprender la más amplia variedad de gestos deportivos, mientras que paralelamente avanza en su socialización.
Alrededor de los 10/11 años el niño podría elegir un deporte grupal y otro individual, basándose en sus gustos, facilidades, o talento personal, y no en la decisión de los padres.
Para que el niño atraviese en forma placentera y educativa a la vez, la iniciación deportiva, el deporte debería estar al servicio del niño, y no el niño al servicio del deporte, es decir que los elementos (pelotas, raquetas, dimensiones del campo, altura de aros, etc.) deberían ser acordes al desarrollo psicomotriz de los niños, para que exista la posibilidad de aprendizaje. Los niños según sea su edad madurativa poseen un umbral de aprendizaje. Si la estimulación apunta hacia abajo, lo más probable es que no haya aprendizaje, y aparezca el aburrimiento, y por transición la desadaptación del niño. En cambio si la estimulación es hacia arriba del umbral, lo más probable es que haya un aprendizaje negativo, que puede acarrear, el desinterés o un descenso de la motivación, y tal vez el abandono temprano de la práctica deportiva.
Lo ideal sería que un niño, hasta aproximadamente los 10/11 años, juegue, por el placer de jugar, sin hacer hincapié en la competencia, ya que aproximadamente a esa edad hay un aumento de la coordinación dinámica general, aumento de la coordinación óculo - manual, y un mayor ajuste perceptivo interno y externo.
Recién entonces un niño puede comenzar a incorporar lentamente conceptos tácticos, ya que hasta aquí pudo realizar los pedidos de sus mayores, no porque los haya comprendido, sino por obediencia.
Partiendo de la premisa de que las máximas autoridades de un niño, son sus padres, y sabiendo que un entrenador le dice a un niño que mientras dure la competencia, le haga caso a él, y no a sus progenitores, dicho entrenador pasa a ocupar temporariamente la categoría de semidiós, con lo cual su palabra tiene un peso incalculable para dicho niño, proviniendo de ahí su obediencia.
Después de los 10/11 años un niño debería comenzar con especialización deportiva, entendiéndolo como un proceso de desarrollo y entrenamiento de las capacidades técnico - tácticas, orgánico - funcionales, y neuromusculares con el fin de obtener un rendimiento óptimo o máximo, esto implica competencia regular, jerarquías, categorías, reglamentos, etc.
Es sabido que de todos los niños que comienzan a jugar al fútbol, no más del 3 o 4 % llega a desarrollarse como futbolista profesional, es decir que un 96 o 97 % queda en el camino; y sin embargo el sistema apunta a la minoría, sumado a que " como son chicos", quienes se ocupan de su formación generalmente son padres futboleros, que en algunos casos es posible que sepan de fútbol, pero habría que ver si también saben como tratar a un niño, y que es lo mejor que se puede hacer con, por y para ellos.
Cuando los niños dejan el club de barrio, y tienen la posibilidad de llegar a una institución futbolística tradicional, generalmente quedan a cargo de un ex jugador de fútbol profesional (que a veces ni siquiera ha completado el curso de director técnico habilitante), muchas veces, una gloria de dicha institución, que debido a su experiencia como jugador podrá transmitirle a esos niños, vivencias y situaciones atravesadas en su época de futbolista, pero ¿están en su mayoría capacitados para conducir niños en formación que además de conocimientos futbolísticos, necesitan ser respetados en sus tiempos de maduración y crecimiento?
A modo de ejemplo, contaré un hecho que le toco atravesar a mi hijo hace aproximadamente 2 años, cuando tenía 10.
Entre otras cosas que heredó de mí, recibió la pasión por el fútbol, por eso me solicitó que lo llevara a una escuelita de fútbol; lo primero que hice fue averiguar si el profesor estaba habilitado para dicha tarea, y me contestaron que era un ex jugador y técnico recibido.
Por razones laborales, no pude ir la primera vez, pero esa noche le pregunté a mi hijo como lo había pasado, si se había divertido, y que actividades realizaron, y comenzó a contarme, que el profesor los reunió a todos los chicos en el centro de la cancha, y preguntó quién quería ir al arco, entonces dos niños levantaron la mano, y les dijo que se pusieran a un costado, porque iban a ir un rato cada uno. A los demás niños, les dijo que cada uno en forma alternada iba a patear diez tiros al arco, y que el que convertía los diez tiros, no iba a correr ninguna vuelta alrededor de la cancha, el que convertía nueve, corría una vuelta, el que convertía ocho, daba dos vueltas, y así sucesivamente.
Asistí azorado, y en silencio al relato de mi hijo, y a la clase siguiente concurrí para poder comprobar personalmente lo que me relataba mi hijo, y efectivamente se repitió el inicio de la actividad, tal cual me había sido relatado.
Esperé que finalizara la clase, y me presenté al profesor, cómo el papá de uno de los niños, y le pregunté, cuál era el fundamento de la actividad de inicio, que era lo que buscaba, y me contestó que lo hacía para motivar a los chicos.
Me parece que si los chicos cuando están en proceso de formación, reciben un mensaje de su profesor, que dice que correr es para aquellos que no saben pegarle bien a la pelota, y los que patean bien, no tienen que correr, tal concepto se va internalizando en forma errónea.
Hay que entender que para los niños su profesor es una especie de semidiós, ya que si para un niño no hay mayor autoridad que sus padres, y el profesor le dice a ese niño que mientras dura la clase o la competencia, no le haga caso a los padres, dicho profesor pasa a tener temporariamente un poder superior, que lo torna especialmente peligroso, cuando el mensaje no es formativo.
Por motivos cómo estos, y debido a que por suerte desde hace 5 años soy docente de diferentes escuelas de técnicos es que me permití humildemente sugerir a la Asociación de Técnicos del Fútbol Argentino (ATFA), que a los alumnos que en la actualidad, al terminar su primer año de estudios reciben un título que los habilita para trabajar con niños y adolescentes, reciban un formación superior, o que dicha habilitación sea otorgada al concluir el segundo año de estudios, ya que me parece, que hay que estar tan capacitado para trabajar con niños y adolescentes como para trabajar con adultos. - Psicólogo.Especializado en Psicología del Deporte(Argentina) Lic. Darío C. Mendelsohn

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