miércoles, 15 de septiembre de 2010

EL FILOSOFO ARGENTINO DEL FUTBOL

Los colegas europeos amaban hablar con "el Filósofo" argentino. Así apodaban a Jorge Valdano en pleno Mundial de España 82. Los italianos decían que la selección argentina era la única que tenía en su plantel "un intelectual" de la "sinistra" (izquierda) y dos de la "destra" (derecha). Así ubicaban, al menos en ese Mundial, a Patricio Hernández y Osvaldo Ardiles. El de izquierda era Valdano, hoy director deportivo del millonario Real Madrid. Un par de años después, los colegas europeos asistieron asombrados a los cruces de César Menotti con Carlos Bilardo. "Fútbol de izquierda vs. fútbol de derecha." Una polémica imposible entre grandes protagonistas del fútbol europeo, donde ese debate quedaba reducido a claustros, ponencias y congresos de especialistas que sólo hablaban entre ellos sobre la filosofía del deporte. No debería extrañarles hoy a esos amigos europeos que este viernes en Roma la muy anglosajona Asociación Internacional de Filósofos del Deporte (IAPS, según sus siglas en inglés), presidida por un argentino, distinga como "académico del año", según el voto de sus ciento cincuenta miembros, a otro filósofo argentino.
El presidente se llama César Torres y nació hace 42 años en Tapiales.
Fue atleta de los clubes Juvencia y Sparta. Es doctor en Filosofía e Historia del Deporte por la Universidad del Estado de Pensilvania y docente en la Universidad del Estado de Nueva York (Brockport), donde vive. El académico distinguido, Claudio Tamburrini, nació hace 55 años en Ciudadela. Comenzó a jugar fútbol en el Ciudadela Norte, es doctor en Filosofía en la Universidad de Estocolmo y trabaja en el Departamento de Filosofía Práctica en la Universidad de Gotemburgo. Nacieron a veinte minutos de distancia. Se conocieron, por fin, en febrero de 2009 en Buenos Aires. Tamburrini lo invitó a almorzar a su club de pibe. Torres aprovechó para regalarle su último libro ( Niñez, deporte y actividad física ). Salieron juntos hasta el auto de Torres. Y Tamburrini le señaló una casa: "Ahí fue donde me chuparon". Tamburrini escribió un libro ( Pase libre ) sobre su secuestro y posterior fuga de la Mansión Seré, en Castelar, uno de los centros de represión de la dictadura. Adrián Caetano lo filmó en Crónica de una fuga , con Rodrigo de la Serna en el rol de Tamburrini. En el momento del secuestro, Tamburrini tenía 23 años y era arquero de Almagro, adonde llegó a enfrentarse con el hijo del dictador Roberto Viola, que era delantero en Defensores de Belgrano. "¿Quién es el arquero de Almagro?", solía preguntar uno de sus torturadores en la Mansión Seré. "¿Sos vos? Entonces atajate ésta", le decía mientras le trompeaba el estómago. Peor fue la picana.
Torres suele discrepar con Tamburrini, a quien distinguirá el viernes en la Universidad de Roma, en pleno Foro Itálico. Para Tamburrini, por ejemplo, La Mano de Dios es una acción antirreglamentaria, pero debería permitirse, porque da emoción al juego y no daña la integridad física del rival, que además puede intentar copiarla. Lo dice en su libro de 2001, llamado La Mano de Dios . Torres cree que ese libro de Tamburrini "es el primer intento sistemático de una filosofía del deporte en América latina". Pero La Mano de Dios, dice Torres en su libro La pelota no dobla , es trampa. Y hacer trampa, afirma, "está por fuera de las habilidades que definen al fútbol, lo desmerece y lo bastardea". Discrepan también en materia de doping. Tamburrini es partidario de eliminar los controles. "Mientras exista la prohibición, nunca podremos saber si estamos vitoreando a alguien que no se dopa o a alguien que lo hace inteligentemente y sin ser descubierto", afirma. Discute si el doping es realmente nocivo. Y dice que, aun si lo fuera, prohibirlo atenta contra la libertad personal del deportista, que sí debería estar advertido sobre los eventuales riesgos de su consumo, acaso inevitables, según dice, si se asume la profesionalización del deporte.
Tamburrini "es controvertido, pero no tiene el afán de la polémica, sino de entendernos mejor". Además, me dice Torres, "su historia personal lo ha invitado a entrometerse con los problemas de la sociedad". Torres se refiere a que Tamburrini, ex militante de la Federación Juvenil Comunista, dio en 1984 un valioso testimonio en el Juicio a las Juntas Militares. Y terminó trabajando en el alegato final junto con el equipo del fiscal Julio César Strassera. Más aún, el 24 de marzo de 2008, en la reapertura de los juicios a la dictadura, Tamburrini escribió en Clarín si no deberían ofrecérseles reducciones de penas a los represores a cambio de información concreta que permita encontrar cadáveres. O datos precisos sobre los cientos de niños nacidos en cautiverio. "La política de persecución penal por violaciones de los derechos humanos -escribió Tamburrini en Clarín- debe ser puesta al servicio del esclarecimiento de los hechos." Además, agregó, más información ayudaría "a sacar a luz" la complicidad civil de la dictadura. "A esta altura -insistió en una entrevista reciente a la revista La Nuestra- es una obligación saber lo que pasó." Allí revaloriza su fuga de la Mansión Seré, desnudo en medio de una tormenta. "En el momento en que me tiré por la ventana -dice- dejé esa casa como un lugar de suplicio y pasó a ser un lugar de pertenencia? uno de los núcleos constitutivos de mi personalidad y mi historia." Escondido, Tamburrini recién se animó a salir a la calle en pleno festejo por la conquista del Mundial 78. Completó sus estudios en Suecia.
El viernes será distinguido en Roma.
"Hice deportes y estudié educación física, pero mis preguntas seguían sin respuesta", me cuenta Torres. "Hasta que en la Academia Olímpica Internacional de Grecia me encontré con gente que pensaba qué pasa con el cuerpo, con el deporte, cómo comportarse en un terreno de juego. Armé las valijas y quemé las naves en busca de conocimiento. Las preguntas hoy son bastante similares, pero las formulo de manera más sólida. La filosofía -sigue Torres- me ayudó a encontrar un sentido en la vida. A comprender mejor la sociedad. A entender mejor nuestra condición humana." La jungla corporativa del deporte-espectáculo no mira con simpatía el trabajo inevitablemente cuestionador de la academia. Pero cada vez que va a una cancha en la Argentina, Torres escucha que se discute de ética, de metafísica, aunque no le pongan nombre. "Si hay que hacer foul, retroceder, tirar la pelota afuera, reventarla o salir jugando, que Riquelme sí o no. Se está elaborando una concepción del juego. El juego en su mejor versión. Y eso es una condición filosófica. Es trabajo filosófico. Pero no para los filósofos, sino para todos los que aman el fútbol". Para Torres, que prefiere ganar con belleza, "el fútbol puede funcionar a veces como un ejemplo contracultural", porque en un partido no siempre basta con ganar, aun viviendo "en una sociedad en la que todo parece ser el resultado". ¿No silbaron acaso el último sábado los hinchas de Real Madrid aun cuando el equipo de José Mourinho ganó 1-0 a Osasuna?
Torres cree que un libro precursor es Fútbol. Dinámica de lo impensado , un clásico escrito en 1967 por el periodista Dante Panzeri. "Es riquísimo, adelantado a su época. Si lo hubiera dicho Borges tal vez diríamos «guau»." El deporte y su inteligencia, se sabe, no suelen gozar de mucha estima. Pero "considerar que la inteligencia es primordialmente un asunto mentalista -según Torres- es no comprender la unidad distintiva de los seres humanos". En su libro 100 ideas , el filósofo argentino Mario Bunge equipara el trabajo del deportista al del científico, aunque agrega que la fama del primero puede ser efímera y la del segundo, eterna. ¿No seguimos aplicando las leyes de Newton o el principio de Arquímedes?, dice Bunge, que se pregunta si acaso no son también eternos Beethoven, Cervantes y Van Gogh. "En ningún período ni lugar la función que desempeña la gimnasia ha sido tan analizada por los mejores pensadores como en la Grecia clásica", escribió Carl Diem en su célebre Historia de los deportes . Y agrega Diem citando a Platón: "Lo más parecido a la agilidad mental es la agilidad corporal".
El filósofo Por Ezequiel Fernández Moores Para LA NACION

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