martes, 23 de noviembre de 2010

FUTBOL INFANTIL LOS HIJOS LA SOLUCION

Fútbol Infantil: ¿Trabajo o diversion? ¿Esfuerzo o placer?
¿Competencia o juego? ¿Pena o gloria?
Todo está diseñado por adultos para conseguir un rédito que va, desde el interés de los técnico por salir campeón, pasando por el interés político de los dirigentes de la institución y terminando en el interés económico de los padres que creen que su hijo podrá solucionar su situación económica.

SEGUNDA PARTE
No negamos que el resultado forma parte de un momento de alegría
por el triunfo o de tristeza por la derrota. Alegría o tristeza que tendrán menor o mayor repercusión de acuerdo a las exigencias del adulto.
Entonces, ¿Qué debemos hacer para modificar ciertas estructuras? ¿A
quienes debemos convencer de cómo trabajar con los niños y por qué? ¿Estamos los profesores de Educación Física seguros de cómo proceder? ¿Cuánto hay de incomprensión y egoísmo de los adultos en estas prácticas?
Hace ya mucho tiempo que la participación y el juego, como valores
principales, fueron dejados de lado en la mayoría de los clubes de fútbol infantil.
Los jóvenes jugadores son vistos exclusivamente como una oportunidad para el progreso económico y profesional de técnicos y dirigentes. La cultura de la
victoria en el fútbol infantil está causando diariamente en nuestra ciudad (y en el mundo) mucho daño, no solo a los niños, también a los clubes cuya calidad de formación de sus futuros talentos está condicionada negativamente cuando se busca por todos los medios la victoria, independientemente si se trata de un equipo infantil o juvenil.
Son pocos los clubes en los que se mide la calidad de la formación en él
número de jugadores que cada año pueden ser incorporados al equipo de primera división. En las propuestas alternativas, en vez de jugar para ganar se disputan partidos para aprender y ganar a largo plazo.
En la edición del diario “El país” de España, del 5 de septiembre del
2000, se difunde un estudio referido al fútbol infantil de finales de los años 90. Se reveló que de los 20 millones de niños norteamericanos que participaban en actividades deportivas organizadas, 14 millones la dejaban antes de haber cumplido los 13 años.
La deserción masiva se debe a que el juego (o el deporte infantil), concebido
inicialmente como un entretenimiento compartido con otros amigos, se va
convirtiendo con el paso de los años en una experiencia amarga y poco placentera debido a las presiones de los padres, entrenadores y/o delegados con expectativas de exigencias muy elevadas y objetivos orientados casi exclusivamente a la obtención de victorias y al ascenso de los niños y jóvenes a los equipos mayores.
El debate que sigue instalado en nuestra sociedad, en la forma dual
“Ganar o Formar”, está enfrentando entre si a los profesionales que se dedican a la organización, gestión, investigación, enseñanza y/o entrenamiento de casi todos los deportes y en especial alrededor del fútbol infantil con un grupo de intereses antagónicos es particular, a muchos padres que ven en el fútbol (y en particular en el fútbol infantil) de sus hijos una posibilidad de crecimiento económico y social.
A la par del crecimiento fabuloso que tuvo la industria del fútbol en los
últimos años, existe un rezago en el conocimiento de las problemáticas que el mismo ha suscitado y suscita, así como en el análisis de las formas que puedan mejorar la calidad de todas sus estructuras adaptadas a las capacidades y necesidades de los niños y jóvenes. En los ámbitos de las prácticas del fútbol, todavía perdura la mentalidad, muy tradicional, según la cual todo esta inventado. Esta creencia conservadora, hace que la entrada de ideas nuevas procedan de los sistemas de entrenamiento de otros deportes individuales donde ha existido un mayor nivel de sistematización. La imitación de estos sistemas de entrenamiento en el fútbol infantil parece un despropósito aun mayor, porque resultan inadaptados para las características de los niños. Sucede, además, que los encargados de este momento de iniciación tan delicado son voluntarios que dedican muchas horas y enseñan como pueden su enorme experiencia, pero saben poco de niños. Muchas veces se reproducen los esquemas de entrenamiento más obsoletos del fútbol adulto, sin una preparación especifica, con pocos medios y sin ninguna remuneración.
La repetición disciplinada de automatismos en las clases (y/o entrenamientos), y esta obsesión por ganar en la competición temprana, limitan la práctica del juego, que es el medio más estimulante para que el niño tome confianza, aprenda y disfrute, también del fútbol. En lugar de pasarla bien, educarse en el juego limpio y despertar su creatividad, la disciplina empleada para garantizar el orden de todo el grupo termina, muchas veces, aburriendo a los niños.
La selección prematura en función de los resultados provoca una discriminación inaceptable e inútil. Este mecanismo aleja a la mayoría del disfrute del juego elegido, descartando a todos aquellos que tienen un ritmo de maduración, aprendizaje y desarrollo más lento.
A los practicantes después de muchos años de sobreentrenamiento y
dedicación prácticamente exclusiva al fútbol, soñando con ser uno de los elegidos de la inmensa mayoría de los participantes en este deporte, les aguarda una salida frustrante, que poco o nada tiene que ver con el futuro anhelado. Cabe preguntarse si no están pagando un precio muy alto para acercarse al espejismo que representan los ídolos del fútbol, tan difundido como inalcanzable, donde las excepciones confirman la norma. Y si realmente vale la pena sacrificar la infancia, la adolescencia y la juventud de tantos deportistas, a cambio de una formación tan limitada y unas promesas de éxito tan poco ciertas.
www.fuentesmemoria.fahce.unlp.edu.ar

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