sábado, 28 de mayo de 2011

LA PEQUE PARETO JUDO

"El talento y los resultados no se miden por género" - La ganadora de una medalla en Pekín 2008 sintetiza su vida en el judo, un deporte "varonil" que la desafía desde los 9 años; habla de la importancia de revalorizar a la mujer en esta práctica.
Por Verónica Dema De la Redacción de lanacion.com. Paula "La Peque" Pareto se coló cuando tenía 9 años en una clase de judo de su hermano: ya había probado tenis, gimnasia, vóleibol, natación, fútbol. Buscaba algo diferente y se calzó el judogi para iniciarse en esta práctica japonesa por entonces casi exclusiva para varones.

Al principio, en su casa les pareció raro pero la dejaron hacer, quizá pensando que nunca se integraría a ese mundo de varones o que acabaría por cansarse. De esto hace ya 16 años, tiempo en que La Peque se consagró bicampeona panamericana, conoció a la presidenta Cristina Kirchner después del bronce en Pekín y conquistó el oro en la Copa del Mundo.

¿La Maradona del judo? "¡No!", se sorprende y sonríe como una niña de pocos años. "Soy sólo una referente más", dice, ahora seria como para no dejar dudas. Acaba de llegar a su entrenamiento en el Centro Nacional de Alto Rendimiento Deportivo (CeNARD) , el mismo lugar en que se entrena desde que no sabía de medallas. Tiene unos minutos para charlar antes de comenzar la práctica mientras llegan sus compañeros y se acomodan en parejas. El gimnasio se va poblando de varones: sólo se arma una dupla de mujeres.

"El judo es un mundo más de varones, pero nunca me importó eso. Aproveché a hacer amigos y dejé que me protegieran", reconoce Pareto, la mujer que apenas pasa el metro cincuenta y que, sin embargo, con su carta de presentación llegan casi siempre los mismos chistes: "Hay que tener cuidado con vos, no vaya a ser que te enojes'. Sonríe de nuevo. Y confiesa que el deporte que elige, lejos de jugarle en contra a la hora del amor, es una llave de oportunidades: "Cuando me preguntan qué hago y les cuento se extiende la charla. Quizá les resulta raro, interesante y por eso se quedan a conversar". La cara aniñada de La Peque tiene la serena sonrisa de quien se sabe cuidada. Es, un poco, la niña mimada en este gimnasio frío de Núñez.

Medallas que mitigan el machismo. Pero nada de lo que ella alcanzó fue sin dedicación. "Todas las cosas que hago en la vida las tomo con responsabilidad, trato de hacerlas bien", dice. Habla de sus cuatro horas diarias de entrenamiento (entre resistencia y práctica de judo en sí), de su voluntad de mejorar, de la motivación renovada que llega con cada medalla.

"En el deporte, para las mujeres siempre fue todo un poco más difícil; parece que por una cuestión cultural se cree más en el hombre, entonces nosotras tenemos que demostrar más", reflexiona. Pero considera que esto de a poco va a ir cambiando: "Antes los hombres tenían más plazas que las mujeres en algunos deportes, era más complicado entrar, pero de a poco eso se va equiparando. Las medallas colaboran para reforzar la idea de que el talento, el trabajo y los resultados no se miden por género".

Sus logros pusieron al judo en la agenda de los medios: antes de que trascendiera La Peque, este deporte oriental era prácticamente desconocido en la Argentina; la doble novedad era que lo practicara una mujer petisita de 48 kilos. Ella valora la difusión, aunque no le resulta muy cómoda la exposición mediática. "Para una deportista como yo es raro que te reconozcan en la calle y te paren para pedirte un autógrafo. Eso me resulta raro aún hoy".

Son las 19.30 y La Peque ya debe empezar su práctica, que la mantendrá durante dos horas con movimientos rápidos, abrazada a su compañera, dando giros en el aire, trabándose en el piso. "No puedo demorarme, sería una falta de respeto al profesor y a mi compañera", explica y la frase suena irrefutable.

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