viernes, 21 de octubre de 2011

LA TIGRESA ACUÑA

MI MOTIVACION FUERON MIS HIJOS - La Tigresa Acuña le contó a 442 cómo fue llegar a campeona mundial mientras criaba a Maxi y Josué. Historias de mamás que alcanzaron el éxito deportivo. Por Silvina Fiszer Adler (*)
Una infancia en Formosa, un título en el campeonato sudamericano de Full Contact a los 14 años, la imagen de Christy Martin y las ganas de ser boxeadora. Un entrenador, un amor, la defensa del título y el nacimiento del primogénito a los 16. Un parate, la meta del boxeo, la lucha por un reglamento, mucho entrenamiento y el segundo hijo, a los 18. Una familia, mucho esfuerzo, dos títulos mundiales y la satisfacción de haber cumplido con los objetivos. Hoy, a los 35 años y ya retirada del boxeo profesional, Marcela “la Tigresa” Acuña festejará el Día de la Madre con Maxi, de 18 años, y Josué, de 16. Sus hijos. Quienes supieron ser su inspiración cuando todo se hacía más difícil. Dos adolescentes que sueñan con calzarse los guantes y ser boxeadores como mamá, la campeona.

Conjugar el deporte con el rol de madre no fue fácil para Marcela, pero nunca bajó los brazos. “La verdad fue bastante difícil, pero siempre tuve el acompañamiento de mi marido (Ramón Chaparro, su entrenador desde los siete años y pareja desde los 15), que estuvo conmigo ayudándome con todo lo que tiene que ver con la casa y los chicos. Eso fue fundamental”, recuerda la Tigresa en diálogo con 442. Además, sabe que lo que le tocó vivir a ella es la realidad de muchas mujeres que trabajan al tiempo que cuidan de sus hijos. “Lo que hice yo es lo que hace cualquier mujer que va a trabajar todos los días fuera del hogar, nada más que con un condimento extra: yo llegué a ser campeona mundial de boxeo, un deporte que prácticamente no convencional para mujeres”.

Al momento de entrenar, Marcela nunca tuvo problemas para estar cerca de ellos: dos horas de práctica, dos horas con los chicos y vida familiar por las noches. Sin embargo, las peleas sí significaron un sacrificio extra. “Lo que más me costaba era viajar a competir y dejar a los chicos con la tía o con los hijos de Ramón. Pero lo más difícil fue no estar presente en varios cumpleaños, días de la madre y actos o participaciones en la escuela”. Cuando todo parecía más complicado, en esos momentos en los que el camino se hacía cuesta arriba, Marcela encontraba la fuerza en la imagen de sus hijos. “Darles una vida mejor, esa era mi motivación”.

Maxi y Josué crecieron entre rings, rodeados de guantes, protectores bucales y bolsas de box. No resulta extraño, entonces, que hayan querido seguir los pasos de Marcela, quien siempre se mostró reticente a la idea. “Hasta ahora la venía piloteando bien (se ríe), trataba en lo posible de que ellos no hagan boxeo. Pero creo que su perseverancia ha sido más fuerte. Ahora mis hijos están entrenando y posiblemente el año que viene debuten”, cuenta la Tigresa. Marcela es consciente que depende de sus hijos cuán lejos lleguen en el deporte. Sin embargo, con picardía, revela que sabe que corren con ventaja. “Nosotros los vamos a acompañar. Más allá de papá y mamá, les vamos a dar los mejores consejos deportivos que puedan tener y los secretos más guardados. Ellos saben perfectamente lo que tienen que hacer y lo que no tienen que hacer para llegar a ser campeones”. Claro, son los hijos de la Tigresa Acuña y su entrenador, Ramón Chaparro.

La Tigresa no fue la única que combinó maternidad con profesionalismo. La ex capitana de Las Leonas, Magui Aicega, hizo un parate en 2009 para tener su primer hijo, Rocco, y luego volvió a la cancha con el Belgrano Athletic. Hace poco dio a luz a su segundo hijo. Diferente fue la experiencia de la ex atleta Alejandra García Flood. Es que la garrochista ya era mamá de un niño cuando llegó a la final de los Juegos Olímpicos de Atenas, y para lograrlo debió sacrificar meses lejos de su hijo: competencias, entrenamientos y preparación en el marco de un deporte amateur en el que se trasciende a fuerza de mucho trabajo y fuerza de voluntad.

Pelotas, raquetas, aros y pañales. El mundo del tenis tiene a sus súper mamá: la belga Kim Clijsters se retiró en 2007, dio a luz a una niña en 2008 y, luego de tres años de ausencia en el circuito, se consagró en el US Open 2009. La jugadora de basquet estadounidense Lisa Leslie, una de las fundadoras de la WNBA, dejó la práctica deportiva en 2009, dos años después de haber sido madre. También de Estados Unidos, la nadadora Dara Torres ganó la medalla de oro en los 100 libres en el Campeonato Nacional de Natación en 2008 15 meses después de traer al mundo a su bebé. En los Juegos Olímpicos de ese año, se consagró con cuatro medallas de plata.

El atletismo también es un deportes de mamás. La española Natalia Rodríguez trajo al mundo a Guadalupe en 2007 y un año después ganó la medalla de plata en los Europeos de Turín. La británica Paula Radcliffe fue mamá el mismo año que Rodríguez y tan sólo diez meses después ganó la Maratón en Nueva York. Pero quizá el caso que más llamó la atención, por lo cercano en el tiempo y por las repercusiones que tuvo es el de Amber Miller, una mujer de 27 años que la semana pasada dio a luz a una nena apenas siete horas después de haber corrido la Maratón de Chicago.

No hay comentarios: