martes, 18 de octubre de 2011

SEBASTIAN CRISMANICH

LA CUARTA MEDALLA “ES PARA SIEMPRE" - El correntino se impuso en la categoría 80 kilos y consiguió la cuarta presea dorada del día para la Argentina; fue la sexta presea de la jornada para la delegación nacional. Por Germán Leza
GUADALAJARA.- Sebastián Crismanich hizo el combate de su vida en el Centro Deportivo Code II. Y no lo olvidará jamás. El correntino cerró una jornada de ensueño para la Argentina en los Panamericanos; después de los tres oros del remo bien temprano, sumó el cuarto para el medallero argentino en el taekwondo. En la categoría de 79 kg arrasó con sus rivales y se consagró en la final ante el venezolano Carlos Vásquez, a quien venció por 12-9. "Es uno de los torneos que voy a recordar por siempre, es una de las mejores medallas que tengo. Estoy muy contento", suspiraba Crismanich tras el pleito, mientras chicos y chicas lo querían alcanzar e imploraban por una foto con el nuevo campeón panamericano.

Ya con el fuerte abrazo previo de su entrenador de la selección, Gabriel Taraburelli (sobreviviente de la tragedia de Cromagnon), se percibía que ingresaba una fiera en el tatami: "La energía que tenía iba más allá de mi cabeza y a veces no me podía frenar, por más que así lo indicaba mi coach". El público agradeció su espíritu leonino con un fervoroso aliento en cada arremetida. El joven de 24 años peleaba contra el rival que en las semifinales había eliminado al local Uriel Adriano. Allí en las tribunas lo seguían todos, hasta el equipo nacional completo de taekwondo.

La pelea clave fue la segunda ante el canadiense Sebastien Michaud-Can, a quien le ganó por KO con una doble bandai chagui; es decir, una doble patada. Mediante la misma maniobra, Crismanich obtuvo el punto decisivo ante el venezolano, y el público estalló. Ahora le resta soñar con participar en Londres 2012: "Se viene el clasificatorio olímpico, donde hay que ubicarse entre los tres primeros de América, para llegar a los Juegos, que es el gran objetivo", relató. Cuando terminó el combate, Sebastián arrojó su casco protector por el aire. El público lo aplaudió de pie y todo el cuerpo técnico corrió a abrazarlo. La jornada terminó como empezó: con la bandera argentina bien alto.

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