miércoles, 25 de julio de 2012

NICOLAS NEGRETE - CLUB SAN MIGUEL

Un santo en la casa de los campeones del mundo - La mayoría de los entrenadores de básquet, creen en que siempre hay cosas por mejorar.
 Y que para esto es necesario contar con la voluntad del jugador y la predisposición de este para el trabajo. Es que para poder progresar y crecer como atleta es necesario encerrarse muchas horas en el gimnasio, picando la pelota, tirando al aro, en fin, corriendo. En lo que al deporte amateur se refiere, el pensamiento de los coaches, es el mismo, aunque lo que intentan meterles en la cabeza a sus pupilos es que la mejora llega de la mano del sacrificio, el esfuerzo y la dedicación.

En cuanto a esta, no debe centrarse sólo en las sesiones con el equipo, sino que deben ir más allá, y tratar de fomentar ellos mismos el auto-entrenamiento. Esto es sumar horas de práctica fuera de lo que son las rutinas diarias con sus equipos respectivos, tendientes, en su mayoría, a mejorar aspectos técnicos de los protagonistas. Cuenta el ex base del seleccionado argentino, y multicampeón de la Liga Nacional, Marcelo Milanesio, que su habilidad para picar la pelota la obtuvo gracias a su insistencia para hacerlo, a tal punto de ir botando el balón a hacer las compras que su mamá le pedía, por ejemplo. Uno de los que logró interpretar y asimilar dicho mensaje, fue el jugador de San Miguel, Nicolás Negrete.

El ala pívot, tomó las palabras de su conductor, Roberto Carballo, y decidió aprovechar el receso competitivo invernal para someterse a un campus de entrenamiento, tendiente a mejorar su capacidad de juego con la pelota naranja. Y para esto, no tuvo mejor idea que viajar al país en donde todo empezó, Estados Unidos, y en especial, a la ciudad de los últimos campeones de la NBA, Miami, la casa de los Heat. Ya otra vez, en esta capital provincial, Negrete habló en forma exclusiva con TiempoSur, acerca de cómo surgió esta posibilidad, cómo le fue en esta increíble experiencia y sobre su futuro con el club riogalleguense.



-¿Cómo surgió esta posibilidad de viajar a Estados Unidos y participar de un campus internacional en Miami?

Cuando era más chico, creo que fue en el 2005, fui a un campus de básquet en Playa Unión, organizado por Nito Veira. Hace dos años atrás volví a ir y en ese momento hicieron un sorteo cuyo premio mayor era un viaje gratis para participar del campus de entrenamiento de Miami. Por desgracia no lo gané, pero me sirvió para enterarme que este entrenador se encargaba también de organizar grupos que después llevaba a Estados Unidos. Fue así cómo por medio de mails, mi mamá hizo contacto con Veira, se interiorizó más del tema y empezó a darle forma a este sueño que tenía. Por suerte, este año se me pudo dar, y estoy más que agradecido a ella por esto.



-En lo personal, ¿por qué decidiste encarar este desafío?

Cuando mi mamá me dijo que estaba la posibilidad de hacer el viaje, no lo podía creer. No me podía negar ante semejante oferta. Fue ahí cuando comenzamos a darle forma a esto, que resultó ser algo único, maravilloso. Lo que me gustó de esta posibilidad más allá del viaje en sí, fue la chance de tomar contacto con el básquet de Estados Unidos, lugar donde se originó este deporte y donde juegan los mejores jugadores del mundo, los de la NBA. Además, me mataba la curiosidad, quería conocer cómo eran los entrenamientos allá, cómo jugaban los chicos de mi misma edad, en fin, lo vi como una posibilidad muy buena para mejorar mi juego en la, que creo yo, mejor escuela de todas.



-¿Cómo viviste esta experiencia?

Realmente fue un momento inolvidable. En cuanto al básquet, después de una charla que tuvimos con un entrenador de una secundaria de allá y de dos partidos amistosos que pudimos jugar, pude ver lo diferente que es a la realidad a la cual estoy acostumbrado en Santa Cruz. Me sirvió para darme cuenta cómo se tiene que trabajar si uno quiere dedicarse a esto y jugar en las principales ligas del mundo. Además el viaje me sirvió para hacer muy buenos amigos, de diferentes partes de nuestro país, que hicieron que esta experiencia fuese mucho mejor aún.



-¿Cuántos chicos participaron de este campus y en qué lugar se desarrolló?

Hubo cerca de 190 chicos. Los menores de 13 años eran en su mayoría de Estados Unidos. También había algún que otro jugador de países de América Central, pero eran los menos. En cuanto a los más grandes, la delegación más grande era de chicos argentinos y paraguayos. Después no faltaron los estadounidenses y algunos chicos de Brasil y Puerto Rico. Los entrenamientos los teníamos en el gimnasio de un colegio, se llamaba Cooper City High School. Las instalaciones eran de no creer, estaban muy buenas también.



-¿Cómo fueron los entrenamientos, qué partes del juego trabajaron?

Los entrenamientos eran de 9:00 a 15:30. Teníamos un descanso para el almuerzo entre las 12:30 y las 14:00. En las prácticas lo que hacíamos era jugar muchos partidos tres contra tres y cinco contra cinco, además de algunos ejercicios para mejorar el dribling, el tiro y la defensa individual. No hubo un enfoque en la parte física, sino más bien el campus estaba orientado a mejorar la parte técnica de cada jugador y de poder ponerle en práctica ya se con partidos en espacio reducido o, bien, a cancha completa.



-¿Qué conclusión sacaste de la manera de entrenar en Estados Unidos?

La verdad, creo que dentro de lo que es la trama del campus, este fue algo diferente. No se parecía en nada a los otros, en lo que yo estuve, por ejemplo en Playa Unión o mismo en mi club. La manera de entrenar era diferente, ya que allá se concentraban mucho en los partidos más que en otras cosas. Algo que me sorprendió para bien fue lo que nos dijo el coach principal del evento cuando hablamos con él nos dijo que su equipo había jugado 37 partidos en 45 días, y que en ese tiempo sólo habían podido entrenar unas cinco veces. Algo impesando en Río Gallegos y, creo también, en el resto de Santa Cruz.



-¿Cómo era el nivel del resto de los chicos que participaron con vos?

El nivel de los chicos del campus, los que no pertenecían a nuestra delegación, no era muy bueno. Esto, de acuerdo a lo que nos dijeron, es porque los chicos que de verdad jugaban bien no tenían tiempo de ir a un campus porque tenían que entrenar con sus respectivos equipos. Cuando si pudimos ver el verdadero nivel de los chicos de mi edad que juegan allá, fue en los partidos que jugamos contra dos colegios de Miami. Los jugadores de la categoría más grande estaban muy desarrollados físicamente y eran muy buenos técnicamente.



-Y, en cuanto a la convivencia, qué me podes decir, ¿tuviste algún problema de adaptación o con el idioma?

El campus fue distinto a todos en los que tuve la suerte de participar, incluso en este punto. A diferencia de los que se dan acá, en donde vos viajas por tu cuenta y te hospedas en un albergue con todos los chicos, en este, los jugadores de Estados Unidos se quedaban con sus familias y a la hora que terminaba el entrenamiento los iban a buscar. Yo viajé con la delegación de Nito (Veira), con otros chicos de acá, ocho de chubut, cuatro de Buenos Aires y dos de Santa Fe. Nos hospedamos en un hotel e íbamos en colectivo a la escuela para poder practicar. Yo dormía en una habitación con otros dos chicos de los que me hice muy amigo. Con los que no estaban en nuestra delegación, la verdad no hablábamos mucho porque sólo los veíamos cuando estábamos entrenando, pero nos llevábamos bien igual. En nuestro grupo teníamos cuatro profesores: dos estadounidenses que hablaban solo inglés y otros dos que le hacían al castellano también. Las explicaciones eran primero en su idioma y después las traducían para que podamos entenderlas mejor.



-Por último, contame algo que te haya sorprendido, ya sea del campus o del viaje en si, ¿qué fue?

Lo que más me llamó la atención fue como aún estando en vacaciones, de verano para ellos, los equipos de la secundaria seguían entrenando como si nada y teniendo una buena cantidad de partidos.

No hay comentarios: