martes, 18 de junio de 2013

COPA CONFEDERACIONES - VICTORIA DE ESPAÑA

Insaciable hambre de victoria - Por muchos banquetes que se dé, a la selección española de fútbol no se le quita el apetito. Su hambre de victoria parece insaciable. Ya se considere la Copa Confederaciones como postre de la última Eurocopa o aperitivo del próximo Mundial, lo evidente es que España lo ve como un manjar deseable.
El siempre correoso Uruguay puede dar fe de ello, aunque el resultado le echara un piadoso capote a útima hora con el excelente lanzamiento de falta de Luis Suárez, después de que el gol se le hubiera negado a España por centímetros en varias llegadas clarísimas. Porque si algo mostró el partido fue la abrumadora superioriedad del equipo rojo sobre el celeste.
Fue además una superioridad sin fisuras. La selección que dirige Vicente del Bosque tiene grandísimos jugadores pero es, sobre todo, un excepcional equipo. Quedó de manifiesto sobre todo en un primer tiempo impecable, en el que no se sabía qué admirar más en el equipo español, si la maestría para combinar interminablemente o la agónica coordinación para recuperar de inmediato el balón las pocas veces que se perdía. Tiene que ser tremendo jugar contra un equipo semejante, que te quita el balón de inmediato y a continuación te le esconde como un prestidigitador. El mérito de Uruguay, que, por si hiciera falta recordarlo, es el vigente campeón americano, fue el de asumir con realismo su inferioridad a todos los niveles. Así minimizó los daños. No es lo mismo una derrota honrosa que una goleada infamante.
De España impresionó su frescura. Es difícil llegar a final de temporada con tanta energía: la que demostró todo el equipo y la que manifestaron los jugadores más brillantes. Así un Busquets espléndido, que pudo sobradamente con el trabajo que habitualmente comparte con el ausente Xabi Alonso. O un Iniesta formidable, que, con su alma y su técnica de artista, arriesgó siempre en la jugada para ganar metros y descontar rivales. O un Cesc a su mejor nivel, ambicioso y atrevido. O un Sergio Ramos poderoso y con carácter. O, en fin todos, desde un Arbeloa en su mejor versión a un Jordi Alba imparable, más los teóricos suplentes, porque cuando en el tramo final del partido Del Bosque los requirió, entraron en el equipo con una naturalidad admirable, ya fuera Javi Martínez con su poderío, Cazorla, con su ambición o Mata con su inteligente sentido del juego. Y aún quedaba más banquillo.

Fue un partido para disfrutar, pero, sobre todo, fue un partido estimulante. A estas alturas del año lo normal es estar ahítos de fútbol. Pero una selección como ésta contagia sus ganas a cualquiera.

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