jueves, 6 de febrero de 2014

EL NEGOCIO DE LOS NIÑOS EN EL FUTBOL

Potrero S.A. El mercado de los niños futbolistasCon la excusa de descubrir a un pequeño talento y venderlo en Europa, el periodista chileno Juan Pablo Meneses radiografía en un nuevo libro el polémico negocio de la compraventa de niños para el fútbol.

Cuarenta años atrás, en un potrero de Villa Fiorito, un pequeño e inocente Diego Maradona confesaba ante una cámara de TV que su sueño era ser campeón del mundo. En aquellos tiempos, los pibes que gastaban sus rodillas en el potrero tenían la ilusión de probarse en un club y llegar a primera, para debutar a los veinte años. Claro que Maradona fue la excepción a la regla: a los quince se calzó la camiseta de Argentinos Juniors. Pero Diego, sabemos, hay uno solo. En estos días, si a los veinte años un futbolista no debutó en primera, ya puede ir buscando otro trabajo.

Hoy, el sueño del pibe (y el de sus padres) es jugar en el Barcelona y “salvarse” económicamente. Ahora, en América Latina, pero también en Africa y en Asia, un gurrumín de ocho años puede ser codiciado por un poderoso club europeo. Reclutado por un cazatalentos. Tironeado por intermediarios, que, por 200 dólares, pueden adquirir sus derechos y conseguirles una prueba en el Barcelona o el Real Madrid. Apuestan a que ese pibito que esquiva rivales como si fueran muñequitos de torta, sea el nuevo Messi.

Esos chicos suelen ser tapa en los diarios, pero nadie parece sorprenderse. O, mejor dicho, algunos prefieren hacerse los distraídos. Por estos días anda circulando la noticia de que Claudio Ñancufil, un pequeño barilochense de ocho años apodado el “Messi de las Nieves”, viajó a probarse en España.

El traspaso de menores de 18 años está prohibido, pero si los padres cambian su domicilio al país del nuevo club de su hijo por razones “ajenas” al fútbol, el chico puede ser contratado. En general se les da un trabajo a los padres y listo. Hecha la ley, hecha la trampa.

PERIODISMO “CASH”
Juan Pablo Meneses, periodista chileno, es uno de los referentes de la nueva crónica latinoamericana. Publicó varios libros: Equipaje de Mano, Hotel España, Crónicas Argentinas, La vida de una vaca, entre otros. Fundó la Escuela de Periodismo Portátil, en la que dicta talleres de periodismo narrativo on line. Su último libro, Niños Futbolistas, es un derrotero a través de nueve países en los que recorrió 16 ciudades, vio 134 partidos, utilizó 15 libretas y grabó 89 horas de entrevistas para intentar comprender y abordar este nuevo fenómeno.

Si en La vida de una vaca Meneses compró un ternero para narrar el negocio de la carne en la Argentina, aquí el periodista se propone comprar un niño talentoso con la intención, siempre explícita, de escribir este libro. “Periodismo cash” lo llama el autor. Sin denuncias. Sin moralina. Sin juzgar. Meneses hace lo que todo buen cronista debe hacer: investigar, observar, preguntar y narrar.

“Me costaba entender cómo la compraventa de niños se había transformado en el negocio de moda en el fútbol. Me pregunté qué es lo que está pasando con el fútbol hoy, que los chicos son el botín de moda. Y me dije: hay algo que hacer acá”, cuenta Meneses vía Skype desde Santiago de Chile, donde edita el diario HoyxHoy.

¿Tráfico de niños?
Resulta muy difícil saber, determinar, afirmar, si esta práctica es, o no, tráfico de niños. En un negocio donde las partes están de acuerdo y, sobre todo, donde circula mucho dinero, todo resulta muy difuso.

“El fútbol cubre todo y el fútbol transforma todo en fútbol. Entonces, si un niño se va a otro país a trabajar cosechando algodón o recogiendo frutas se lo considera esclavo infantil –explica Meneses–. Pero si hace lo mismo pegándole a una pelota para llegar a ser un jugador que triunfa en Europa, se le llama futuro crack. Es una línea muy delgada, muchos están viendo esto como tráfico.”
Entre los niños futbolistas, los argentinos son los que más se exportan, seguidos de los brasileños, que son los más caros, y los uruguayos, que se adaptan a todas las condiciones, y en su gran mayoría tienen pasaporte europeo. La paradoja de todo esto es que, de tanto hacerse los distraídos, en Europa ni se dan por enterados. A partir del libro de Meneses, el Sindicato Mundial de Futbolistas hizo un pedido a la FIFA para regular la venta de chicos. El periodista cuenta, todavía sorprendido, que lo llamaron de ese sindicato para preguntarle cómo solucionar el tema. “Yo les dije: ¡No tengo idea, ahí tenés el libro, los que tienen que solucionarlo son ustedes!”.

Si bien la FIFA hizo un tímido y vano intento en 2010 por controlar el flujo de niños a Europa, el resultado, nulo, es evidente. Unos meses después del anuncio, el Real Madrid presentaba en conferencia de prensa a su nueva figura: Leonel Angel Coira, un pibe argentino de siete años. “Yo creo que la FIFA trata de que este tema no se toque, porque pincha la telenovela de los hombres, que es el fútbol. Como toda telenovela tiene que tener un final feliz, chicos que salen de pobres y triunfan. Pero los que van  quedando en el camino, que forman parte de la verdadera historia, no se encuentran”.

Además, los clubes van siempre un paso adelante. Ahora montan sus propias sucursales en Latinoamérica. El Barcelona selló un acuerdo con Boca, y el Español de Barcelona puso una escuela de fútbol en Copacabana, Río de Janeiro. Y en Rosario, el Villarreal de España, un modesto club donde alguna vez brilló Riquelme, montó su esquema en el club Adiur. Según denunciaron varios padres recientemente, sus hijos de siete años fueron excluidos del equipo porque quienes los dirigen aseguran que no serán cracks de exportación.

“El Barcelona es la máquina perfecta –define el autor–. Cumple con las tres patas del negocio: tienen detectados en todo el mundo a todos los niños sobresalientes de menos de trece años; a su vez, esos mismos niños sueñan con jugar en el Barcelona; y tienen una alianza con Unicef desde hace mucho tiempo. Eso es lo más complejo, y nace a partir del gran negocio futbolístico que hizo el club con Messi. Lionel es el primer niño futbolista en resultar como gran negocio.”

Buscando la joyita
Meneses buscó a su joyita por toda América Latina. En cada cancha, en cada club, en cada partido se encontró con historias similares, el mismo panorama. Padres ansiosos que presionan a sus hijos, que dejan sus empleos y apuestan todo al pequeño que los va a hacer ricos. El niño que anhela ser Messi o Neymar. El cronista se sumerge en una trama de cazatalentos de colmillos afilados, y entrenadores y presidentes de clubes recelosos, que en general no reciben un centavo por el traspaso de las estrellas que ellos formaron.

“Ha sido un viaje lleno de repeticiones –escribe en un tramo del libro–. No importa recorrer distintos países, distintos campos de fútbol, porque acaban siendo todos el mismo, con los mismos padres haciendo exigencias a sus hijos, las madres que los acompañan, la violencia fuera de casa, la violencia del continente fuera de la cancha, los golpes, los goles, el fútbol, el futuro, la rumba, la rabia, la televisión, los contratos, los malos tratos, el negocio, la industria. Todos una y otra vez, en diferentes escenarios. El mismo beat para diferentes historias”.

La búsqueda de su “pollo” no fue fácil. El periodista asegura que estos niños “son tan baratos” que se puede conseguir uno que no tenga nada firmado por 200 dólares. Pero que, al mismo tiempo, resulta cada vez más difícil. “Encontrar un futbolista virgen que tenga talento es casi imposible, porque ya ha sido marcado. Se fue haciendo cada vez más complicado que hubiera algún chico libre con ciertas cualidades, que pudiera ser un negocio rentable con proyección.

De entrada le recomendaron que no escribiera. Porque era un negocio muy peligroso. Porque lo más probable sería que aquel gurrumín en el que fuera a invertir nunca llegara a triunfar. Y que, en tal caso, se lo robarían. “En un negocio donde no hay reglas claras ni leyes al respecto, es todo muy a escondidas, puede pasar cualquier cosa. Y ha explotado tanto porque apunta a la codicia de todos”.
YO LO DESCUBRÍ PRIMERO
El caso más simbólico es el de Messi. Meneses dice que el crack tiene una treintena de juicios de diversas personas que dicen haberlo descubierto: “En este negocio las versiones oficiales son distintas a las reales, porque no sabés hasta qué punto el tipo que lo rebotó en River, recibió dinero del Barcelona para rechazarlo. Lo concreto es que alguien en esa época dijo: ‘Con este chico nos podemos forrar’, algo que nunca había pasado en la historia. El caso de Messi marca un quiebre. Messi es un poco culpable, porque su caso fue tan brutalmente bueno en términos económicos que alargó los colmillos de mucha gente”.

CAPITALISMO DEL MILAGRO
“Cuando me estaba comprando una vaca, todos me decían: cómo se te ocurre comprar una vaca. Y ahora, cuando estaba comprando un niño futbolista, me decían: dejame participar en el negocio. Por ahí, uno de estos chicos te puede hacer multimillonario. Esa fantasía irracional, a la que yo llamo ‘el capitalismo del milagro’, hace que mucha gente esté obsesionada con entrar a este negocio”.

Durante su periplo, Meneses se encontró con una excepción, una entidad que juega otro partido, el club Che Guevara, de Jesús María, en Córdoba. Los pequeños jugadores miran películas del Che en vez de partidos de fútbol. Cuando ven una manifestación con banderas del Che, creen que son hinchas de su club. Y los que llevan remeras del Che, por supuesto, son parte de su hinchada.

“Es otro lado del negocio, su proyecto no es buscar al nuevo crack sino al hombre nuevo. Me pareció interesante ponerlo en el libro. Los chicos que compran y acaban siendo un número, no terminan siendo niños sino monedas de cambio en un negocio en el cual nos podemos llenar de dinero, si es que sale un nuevo Messi. Yo lo veo como una utopía, con el pesimismo de alguien que recorrió todo eso, pero al ponerlo ahí también tiene algo de esperanza. Sacar el hombre nuevo hoy es tanto o mas difícil que sacar al nuevo Messi, pero no por eso hay que desecharlo”.  •


EL DIA QUE MESSI SE INTOXICO
A los nueve años, Lionel Messi fue a jugar con Newell’s Old Boys la Copa Amistad, un torneo sudamericano en Lima, Perú. Allí, se hospedó en la casa de uno de los niños de un equipo local. La noche anterior al partido, Messi comió pollo frito, la comida peruana por excelencia, y se intoxicó. Al otro día, y a pesar de los retorcijones y la mala noche pasada, Lío se negó a ir al hospital, pidió una Gatorade y salió a la cancha. Su equipo derrotó al Cantolao por diez a cero y Messi hizo nueve de los diez goles. “El no quería llegar a ninguna parte, jugaba fútbol, no sé si pensaba llegar a lo que es –cuenta en el libro William Méndez, el hombre que lo hospedó–. No creo que lo demás le importara mucho. El tipo ya era excepcional, jugaba igual que como tú lo ves ahora. Lionel era y es feliz jugando a la pelota, y hay muchos que llegan y se olvidan de jugar. Mira, tu podrás decir muchas cosas de Maradona, pero a mí me parece que al tipo le gustaba jugar al fútbol con o sin la plata”.

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