lunes, 30 de mayo de 2016

"EL MEJOR LANUS DE LA HISTORIA"

Lanús: grande se hace, no se nace - Pepe Sand volvió a salir campeón con Lanús. El Granate pasó de un camino sombrío a un presente reluciente, en el que parece no tener un techo. La base dirigencial y Sand, el “viejito piola”.

Alejandro Fabbri
Tiene razón el presidente Nicolás Russo cuando a sus 56 años le cuenta a quien se le ponga enfrente que “este es el mejor Lanús de la historia”. La manera de jugar, la contundencia, el vértigo y la audacia ofensiva hicieron un cóctel imposible para cualquier equipo, pero por sobre todo, la enorme diferencia que hubo entre el cuadro de Jorge Almirón y el San Lorenzo de Pablo Guede no tiene casi antecedentes para una final.

Era en la cancha de River, con mayoría de hinchas azulgranas. Habrán sido 35 mil cuervos y 23 mil granates. Lanús llegaba descansado, con la tranquilidad de no tener lesionados y de confiar en su juego. San Lorenzo, en cambio, tuvo que lidiar con un sólido Godoy Cruz que le dio pelea hasta el final del torneo. Soportado el mal trago de la rápida eliminación en la Copa Libertadores, mejoró y ganó la zona en la última fecha, en un sufrido empate contra Banfield. En la pelea perdió a Ortigoza por lesión y recuperó a un Mercier clave, pero al 70% por cuestiones físicas.

Lanús lideró su grupo desde la primera fecha y lo mantuvo hasta el final. Tuvo picos altos de rendimiento (3-0 a Newell’s, 2-0 que pudo ser mayor a Boca, 4-0 a Unión en Santa Fe) y resolvió con enorme autoridad los dos clásicos barriales contra Banfield. Apenas hubo lugar para una derrota frente a un Racing que a mediados de marzo tenía todo su potencial (1-2) y esa caída provocó la racha impresionante del final, pese a caer con suplentes ante Huracán.

En suma: Lanús fue quien más puntos sumó entre los 30 equipos divididos en dos zonas. Tuvo la delantera más goleadora y la defensa menos vencida. Fue el equipo que más partidos ganó. Su goleador José Sand fue el artillero del campeonato y el correntino batió otra marca: nadie con 35 años y 10 meses fue goleador del torneo en la historia del fútbol argentino. Otra que “viejito piola”…

Después de haber dado una vuelta olímpica en la Bombonera y otra en el Monumental, de conseguir la Copa Sudamericana y la Copa Conmebol, seguramente el objetivo próximo será ganar la Copa Libertadores.

Lanús merece que muchísimos dirigentes de clubes más grandes y también más pequeños, recuerden lo que vivieron los granates en los últimos 40 años. Retorno a Primera A para jugar el Metropolitano de 1977 con grandes anuncios: la contratación de jugadores veteranos pero muy conocidos (Aguirre Suárez, Carlos Pachamé, el arquero Rubén Sánchez, el goleador bahiense Juan Carlos Nani, el mediocampista Arsenio Ribeca) pero un descenso sorpresivo al caer por penales ante Platense (8-7 en el viejo Gasómetro). Deudas y más deudas. Volver a la Primera B de 1978 y un insólito desempate contra Villa Dálmine en el mismo Gasómetro para no bajar a la Primera C. Derrota y un camino inesperado y vergonzante para el club.

Tres años en la Primera C con la institución envuelta en todos los problemas posibles, las peleas dirigenciales, las deudas, los socios que se iban alejando, partidos contra equipos que jamás en su vida habían pensado enfrentarlo (Piraña, General Lamadrid, Luján, Cambaceres) y dos terceros puestos en 1979 y 1980 para alcanzar el soñado regreso a la Primera B tras ganar el campeonato de 1981 con dos puntos de ventaja sobre Chacarita, el otro cuadro que insólitamente había llegado hasta la ‘C’.

Empezaron otros tiempos. Unión dirigencial, la promesa de reconstruir el club desde los cimientos, la alianza lenta pero seguro con el municipio local, el trabajo en las divisiones inferiores y el camino empedrado para poder jugar nuevamente en Primera A. De a poco, creciendo en todos los planos –renovando instalaciones, incorporando disciplinas, dando una función social con apoyo en sectores muy humildes del municipio- Lanús creció al punto de demostrar su capacidad al ascender (le ganó por penales a Quilmes), descender en la siguiente temporada (1990/91) y ganar al toque la durísima B Nacional. Desde 1992 regresó a Primera A y nunca más se fue.

Mientras tanto, las deudas fueron descendiendo. El compromiso social de sus dirigentes, la construcción de un estadio nuevo con infraestructura europea, la presencia del club en cada rincón de la zona, las comodidades para el periodismo y los rivales, las nuevas canchas con impecable césped, las sintéticas para fútbol y hóckey, el resurgimiento del básquet, la apertura del jardín de infantes, escuela primaria y secundaria… la lista es realmente interminable. Y Lanús va por más.

La dirigencia se renueva, pero nadie se aleja. Russo, los Chebel, Marón, los Solito y tantos colaboradores dejaron su vida por el club –Carlos González, Leandro Álvarez, Néstor Díaz Pérez- y lo hicieron con gusto, con inteligencia y con un criterio que se podría definir como colegiado, donde muchas cosas se consultan y nunca hay una única opinión y no se discute más. Al enorme trabajo en el fútbol que hicieron los mellizos Barros Schelotto, la contratación de Jorge Almirón –tan discutido en Independiente- fue un salto de calidad, pero con una base firme.

Jugadores de altísimo nivel, seudo veteranos que corren como si tuvieran diez años menos (Sand, Velázquez, Román Martínez), incorporaciones en cuentagotas pero de jerarquía (José Luis Gómez, el paraguayo Almirón, Iván Marcone que también fue clave en aquel Arsenal campeón) y los hombres más familiarizados con el equipo, con un delantero cada día más eficaz y talentoso como Lautaro Acosta, un zaguero que pide Europa a gritos (Gustavo Gómez) y un arquero que edificó una pared delante de su arco. En suma, sin puntos flojos, con enorme esfuerzo por entender y aplicar lo que Almirón les pedía.

¿Almirón es el nuevo Bielsa? ¿O los jugadores demuestran que cuando una idea ofensiva se cristaliza en éxito se puede seguir confiando? Enorme mérito de Almirón por sus ideas, por su perseverancia y su inteligencia para comunicarlo. Al ataque, como lo hicieron el Godoy Cruz del Gallego Méndez y el vencido San Lorenzo de ayer, lidiando con la Copa al mismo tiempo. Pero enseñando el camino y dejando un partido para la historia está Lanús, el gran campeón del 2016.

No se recuerda una diferencia tan contundente entre un finalista y otro desde que aquel glorioso Ferro de Timoteo Griguol avergonzó a River en el propio Monumental, durante la final del Nacional de 1984. O en todo caso, la gran actuación de Chacarita frente a River en el partido decisivo del Metro de 1969, aquel 4-1. O en el primer título Pincharrata, cuando Estudiantes demolió 3-0 a un Racing disminuido en 1967.

Pero fíjese hasta qué años tenemos que buscar. Gloria a Lanús, campeón de los mejores. Hacía rato que los “neutrales” no disfrutaban tanto de un equipo espectacular.

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